Para vos, Eduardo …

 

Hoy mi hermano acaba de despedir a sus dos amigos de la infancia, con quienes compartió sus travesuras, sus penitencias, sus alegrías y castigos. Sabe que no los volverá a ver porque el paso del tiempo se ha encargado de alejarlos.

Era el único que podía verlos y compartir con ellos cuanto quisiera. Hago memoria y no sé en realidad cuándo aparecieron en su vida. Creo que fue cuando tenía 3 años y sintió la necesidad de tener amigos. Entonces de la nada llegaron ellos: “Parpa” y “Tuse”. Venían tomados de la mano, caminando lentamente por la vereda. Se detuvieron frente a mi hermano y lo observaban cómo arreglaba la rueda del triciclo. No los oyó llegar y los descubrió cuando le preguntaron si les prestaba su triciclo para dar una vueltita. Primero dudó unos minutos, pero después aceptó. Pasaron toda la mañana juntos, jugando a diversos juegos y luego se despidieron hasta el día siguiente.

Al comienzo de su relación, venían sólo por las mañanas para compartir unas horas juntos. Después de dos meses, ellos pasaban todo el día en casa.

Parpa era un niño de 5 años, muy inteligente con sus ojos grandotes y sus cabellos rubios. Tuse era la antítesis, tenía 4 años, de tez morena, un poco grosero, ojos pequeñitos y cabellos enrulados.

Tal era la amistad y el cariño entre los tres que compartían todos los momentos, no importaba la hora ni el lugar. De pronto en el comedor robando a hurtadillas los dulces de mamá o en el galpón revolviendo las herramientas de papá o escondidos en el escondite secreto. Cuando mi hermano empezó la escuela, a veces lo acompañaban y hacían líos. En varias oportunidades y después de un día de bataholas, se dormían juntos para descansar.

Mamá que no entendía por qué cuando él jugaba o comía, necesitaba tres sillas, le decía:

_ Nene ¿Qué hacés ocupando tantas sillas?

_ Pero mamá, yo sólo ocupo una, lo que pasa que en las otras están Parpa y Tuse.

Al comienzo mi madre no prestó atención a esta respuesta, pero como seguía sucediendo esto, un día le preguntó quiénes eran Parpa y Tuse; entonces se enteró que eran sus amigos. Ella pensó que eran compañeros de la escuela, pero una semana después la maestra la mandó a llamar porque mi hermano le había comentado que sus amigos habían ido a la escuela con él.

Ahí se dio cuenta de lo que sucedía y preocupada consultó con un psicólogo quien le dijo que mi hermano era un niño muy imaginativo y creativo; que era normal que algunos chicos inventaran amigos imaginarios entre los 3 y 9 años.

Fueron pasando los años; mi hermano tenía sus amigos de la escuela, pero siempre encontraba un rato para jugar con Parpa y Tuse.

Sólo ellos captaron su dolor y su angustia por la pérdida de nuestro padre y más que todas nosotras, sabían entenderlo y lo acompañaron en este proceso.

Hoy mi hermano cumplió 8 años, fue el último cumpleaños que Parpa y Tuse participaron del festejo. Después que todos se habían retirado, vi a los tres caminar por el pasillo hasta la calle.

Parpa y Tuse le dijeron que se irían esa noche, que no los volvería a ver; que él ya no los necesitaba, que debían ayudar a otros niños. Mi hermano no lo podía creer, se resistía a aceptarlo. Ellos insistían que ya tenía 8 años, que era capaz de vivir sin ellos, porque tenía muchos amigos que lo querían.

Estaba muy enojado, los dejó en la vereda y entró llorando a la casa. Nadie sabía qué le pasaba. Al otro día no quiso ir a la escuela ni tampoco jugar y comió muy poco. A la tarde pidió que lo acompañara hasta la plaza del barrio, los buscó por todos los rincones, pero no los encontró. De regreso comenzó a llorar desconsoladamente, cuando entramos mamá ya había vuelto del trabajo, y preguntó de dónde veníamos. Mi hermano la abrazó y entre sollozos le dijo: “fui a despedir a mis amigos Parpa y Tuse, ya no regresarán, se mudaron con otros niños”.

Era tan real la angustia de mi hermano que terminamos abrazadas a él y llorando por la partida de sus amigos.

Aunque sabíamos que eran amigos imaginarios, nos invadía la tristeza y creo que por un instante dudamos de su existencia y entramos en la fantasía.

En realidad, sí existieron en la mente de mi hermano donde tomaron forma humana y vivieron por él y para él; por eso Parpa y Tuse siempre serán esos amigos inolvidables.