“Hay quien obedece a sus propias reglas, porque se sabe en lo cierto; quien adivina algo más que lo que sus ojos ven y que prefiere volar” Richard Bach

 

     Esa tarde del lunes 15 de febrero se presentaba bastante calurosa y húmeda. Mily se calza unas zapatillas y comienza su serie de ejercicios. El sonido del teléfono interrumpió su rutina.

- Hola ¿Mily?

- Si

- Soy Darío, el tío de Éliche.

- Ah, ¿Qué tal? ¿Cómo está?

- Bien, ¿Cómo estás pasando las vacaciones?

- Muy bien, disfrutándolas.

- Bueno vieja, sentate porque te tengo que dar una noticia…

     El corazón de Mily latía aceleradamente y las lágrimas desbordaban de sus ojos. Su desesperación nublaba la vista y cegaba sus pensamientos. ¡Qué dolor tan intenso! Respiró profundamente. “Tengo que ir, debo ir, más que eso, deseaba estar allí.”

     Juan V. Justo y Cabrera, se repetía. Sí, ella conocía la zona, por ahí vivía el tío de Éliche, había ido una vez con él para la Navidad. ¡Cuánto tiempo que no iba por Villa Crespo! Y ahora sin pensar, en esta noche estaba caminando por sus calles en búsqueda de esa dirección. “No es la casa del tío Darío”, pensó. Sigue caminando, mirando la numeración y de pronto ve un grupo de personas en la vereda del número buscado.

     Entró, leyó “informes”, se dirigió para preguntar y vio en un panel escritos unos cuantos nombres moribundos. Paseó la mirada sobre ellos y se detuvo en ese. No podía creer lo que estaba leyendo, debía ser un error, pero no; bien claro con letra mayúscula decía ÉLICHE CALEGARI -  PB - B. Hubiera querido leer su nombre en cualquier lado, hasta en una tarjeta de invitación a su casamiento, pero no en ese lugar.

     No había mucha gente, unos cuantos sentados y otros parados junto a la ventana de la sala. No reconoció a nadie. Caminó directamente al lugar preciso y allí estaba él, entre el aroma de las flores y el café. Una luz mortecina apenas alumbraba su rostro muy blanco, extremadamente blanco y pálido.

Lo miró larga e intensamente. No podía creer que estaba allí frente a él, que yacía inmóvil.

“¿Cuándo fue la última vez que lo vi? Fue en diciembre creo, sí, el 30, antes de mis vacaciones. Aún recuerdo que le dije: no me gustas sin bigotes y a lo que me respondió: bueno che, hay que cambiar. ¿Por qué no me gustaba sin bigotes? “

En ese momento sus pensamientos son interrumpidos por una voz.

- Vos sos Mily, ¿verdad?

- Sí, respondo y me doy vuelta.

- Yo soy Dily

     ¡Qué situación ridícula! Vos ahí tendido, Dily, tu compañera actual y yo, tu pareja de antes. ¡Un patético trío! Parece una telenovela de lo más cursi donde las dos que te aman se conocen en tu lecho mortal.

     Mily, Dily qué parecidos sonaban los nombres, pero en realidad éramos la antítesis físicamente. No hizo falta ninguna pregunta ni explicación. Todo era muy claro. Me había imaginado mil veces y de mil maneras mi encuentro con esa persona que ahora ocupaba mi lugar junto a Éliche, pero hasta ese momento no había ningún nombre, ahora era alguien definido Dily.

      “Qué raro, nunca me habló de ella.  Cuando nos veíamos conversábamos de muchas cosas, pero eludíamos el tema de nuestros nuevos amores. ¿Por qué? ¿Por qué no me dijo que estaba con Dily si ya no había nada entre nosotros?”

     Ella extendió los brazos hacia mí y nos fundimos en un profundo abrazo de dolor frente al cuerpo de Éliche. Luego me contó todo lo sucedido.

     A medida que la gente llegaba, sentía sobre mí todas las miradas curiosas. Me limité a estar presente, sentada en un rincón de la sala. Se me ocurría que de pronto Éliche saldría de su mutismo y nos gritaría a ambas: “¿Qué hacen insensatas?” “¿Me diría que me fuera o se alegraría de verme? ¿Querría él que yo hubiera conocido a Dily?

     ¡Cuántos recuerdos de momentos compartidos! ¡Cuántas palabras aturdían mis oídos! Otra época y otros sentimientos.

- ¿Qué hacés aquí?

- Esperándote- dijo Éliche hace años atrás.

     Así empezó nuestra historia de amor, acompañándome unas cuadras a tomar el colectivo a la salida de la escuela, una invitación a bailar, nuestro primer beso, nuestros paseos y tu partida a Capital Federal. Luego vinieron los viajes para vernos, el hotel de la calle Callao y nuestras largas noches apasionadas de charlas y de amor, mientras Billy Joel cantaba Honesty.

     Dos años así manteniendo un romance a la distancia hasta que tomé la decisión y me vine a vivir a Capital Federal. ¡Qué sola me sentía! ¡Cuánto nos costó encontrar departamento! Un año de convivencia con amor y algunas dificultades. Algo empezó a romperse entre nosotros hasta aquella mañana de noviembre cuando te dije que te fueras. Pero te seguía amando, más creo que siempre te amé. ¿Qué nos pasó, si el nuestro era un gran amor? Quizás nos apresuramos en convivir. ¡Qué locos, fuimos a cenar y pasar la noche juntos para despedirnos!”

     Vuelvo a la realidad y me pregunto ¿Qué estoy haciendo aquí? No conozco a casi nadie. Me dan ganas de gritarles a todos que te amé, que te amo, que fuimos pareja muchos años, que tuvimos un gran amor, que Dily llegó a tu vida después de nuestra separación. Miro el reloj, las tres de la mañana, pregunto: ¿A qué hora mañana? A las dos de la tarde, me responden. No pude conciliar el sueño en toda la noche.

     El martes 16 de febrero amaneció lloviendo; el día tan gris aumentaba mi melancolía y tristeza. Voy nuevamente a tu encuentro para estar con vos hasta el último momento.

     Llegamos al lugar, unos pocos minutos bastaron para que te fueras ocultando tras la tierra que caía sobre ti. Dejo que toda la gente parta, me quedo sola, pero no sé qué decirte, después de unos minutos doy media vuelta y camino lentamente hasta Dorrego y Corrientes. Paso por la confitería de la esquina, ¿te acordás? Entro sin pensar, pido un café y te recuerdo. Meto la mano en el bolsillo del piloto y encuentro una tarjeta que me dieron y leo:

     Éliche Calegari y tu nueva dirección; tomo conciencia de lo vivido desde hace un día y no puedo contener las lágrimas porque a partir de ahora serás recuerdo.

     “No le temo a la muerte, sino a que me olviden” me dijiste una vez. Pero ya ves mi querido Éliche, seguirás en mi memoria; porque un gran amor, nunca se olvida.