_ Hola, ¿familia González?

_ Sí, ¿quién habla?

_ ¿Usted es familiar del señor Antonio González?

_Sí, soy su hija.

_ Bueno quería avisarle que su papá que estaba en terapia intensiva falleció hace una hora. Necesitamos que pase a retirar su cuerpo.

María, era una chica de 22 años que vivía sola con su padre desde que su madre falleciera hacía 10 años.

Antonio era un hombre de 60 años, que tenía un pequeño negocio en Palermo y desde 2020 estaba sufriendo los avatares de la pandemia. Se contagió de covid y fue internado en esa clínica con dificultad para respirar; tuvo que pasar a terapia intensiva, donde estuvo hasta hoy.

María y unos tíos suyos se encargaron de retirar el cajón cerrado con el cuerpo de su padre.  Tenía escrito con fibra AG, las iniciales de su nombre.

Lo enterraron en el cementerio de la Chacarita.

Al otro día, María intentaba sobrellevar el dolor por la pérdida de su padre en la soledad de esa casa.

_ Hola, ¿familia González?

_ Sí, ¿quién habla?

_ ¿Usted es familiar del señor Antonio González?

_Sí, soy su hija

_ Bueno quería avisarle que su papá que está en terapia intensiva sigue estable.

_ ¡¿Cómo?! Si ayer lo enterramos. Si usted dice que mi padre está vivo, ¿a quién enterramos?

María cortó la comunicación; desesperada llamó a uno de sus tíos e inmediatamente se dirigieron a la clínica y ahí empezó el horror.

 

_ Hola, ¿familia Martínez?

_ Sí, ¿quién habla?

_ ¿Usted es familiar del señor Daniel Martínez?

_Sí, soy su hijo

_ Bueno quería avisarle que su papá que estaba en terapia intensiva falleció hace una hora. Necesitamos que pase a retirar su cuerpo.

Federico era un joven de 25 años, tenía una hermana de 15 años y ambos vivían con sus padres.

Daniel era un hombre de 65 años, dueño de una inmobiliaria del barrio de Villa Crespo; estaba internado en esa clínica porque se había contagiado de covid; como no podía respirar fue llevado a terapia intensiva.

Ante semejante noticia tuvo que contener a su madre y a su hermana que no dejaban de llorar. Las dejó al cuidado de una vecina y se fue con un amigo a la clínica.

_ Buenos días, vengo porque me avisaron que mi padre, Daniel Martínez, murió esta mañana.

_ Sí, complete estos papeles y le entregaremos el cajón cerrado con el cuerpo de su padre.

_ Acá están los formularios completos, pero no voy a firmar el consentimiento hasta que no identifique el cadáver de mi padre.

_ No puede entrar porque murió de covid y se puede contagiar.

_ Quiero verlo, denme un traje de los que usan los médicos, una máscara, no sé; pero quiero verlo.

_ Espere, consultaré con mis superiores, tome asiento en la sala.

Después de media hora, apareció un señor con uniforme blanco y llama a los familiares de Daniel Martínez; Federico se levanta y va a su encuentro.

_ ¿Cuál es el problema que tenés?

_ Me comunicaron que mi padre murió esta mañana, quiero verlo y no me dejan.

_ Firmá que te haces responsable si te contagiás.

_ Está bien, me responsabilizo por esto.

Lo hicieron pasar a un cuarto pequeño donde le dieron un traje con una máscara y lo llevaron a una gran habitación que usaban de morgue, con camas de madera y le dieron el número, donde se suponía que estaba su padre. Al acercarse vio el rostro de ese hombre y con un profundo suspiro vio que no era su padre. Con mucha inquietud, pero con algo de esperanza, comenzó a recorrer esa habitación mirando los rostros de todos los cadáveres que allí estaban. Sintió un gran alivio al no encontrarlo.

Salió del lugar y se sacó el traje y la máscara, se desinfectó bien y fue a ver a la persona encargada del lugar.

_ ¿Hay algún otro lugar donde lleven los cadáveres?

_ Todos están en esa habitación esperando a que los retiren.

_ Mi padre, no está allí y me avisaron que murió esta mañana. Se llama Daniel Martínez.

_ A ver – consulta un libro con registro de nombres-  Sí, está en la 32.

_ Discúlpeme, pero la persona que está en ese número, no es mi padre; es más no está en esa habitación.

_ Sí, ese es su padre.

Federico que había perdido la paciencia, gritando le dice:

_ ¡Cómo puede decirme que es mi padre! ¡Le repito que no está ahí!

¡Usted no puede saber más que yo quien es mi padre y él no está en esa habitación! ¡Búsquenlo!

_ Bueno tranquilícese, veremos qué podemos hacer. 

Su amigo trataba de calmarlo y regresaron a la sala de espera. Al rato se le acerca una chica y le habla.

_ Hola, disculpame, me llamo María González; te escuché cuando reclamabas por tu padre. Yo también tengo un problema parecido. Me llamaron hace unos días para decirme que mi padre había muerto, no me dejaron verlo y me dieron un cajón cerrado. Al otro día de que lo habíamos enterrado, me volvieron a llamar de la clínica para decirme que mi padre estaba estable en la terapia intensiva. Ahora vengo para que me informen sobre su salud y me dicen que no está en terapia intensiva, que falleció esta mañana, pero no lo encuentran.

_ Mirá, ya tengo bastante con mi problema como para preocuparme por el tuyo.

María sin decir nada se retira y vuelve junto a su tío. Habían pasado las horas hasta que otra vez el señor vestido de blanco comunica a todos los familiares que volvieran al otro día  y que tendrían una respuesta.

Frente a la clínica hay un bar y allí se dirigieron Federico y su amigo para comer algo, ya que se habían pasado todo el día en la clínica. Estaban sentados cuando vieron entrar a María y a su tío.

El amigo le dice a Federico.

_ ¿Escuchaste lo que te dijo esa chica?

_ Sí, que tenía un problema con su padre muerto.

_ No prestaste atención a su historia y ¿si ese cuerpo que le dieron fuera el de tu padre?

_ ¿Qué estupidez decís?

_ Bueno, podría ser.

_ Pero creo que dijo que lo enterró hace unos días.

Federico esa noche le contó a su madre y a su hermana  que su padre no estaba muerto y en el corazón de ambas una esperanza germinaba; sin embargo, él no podía dejar de pensar en lo que le había dicho su amigo.

Al otro día se levantó muy temprano y se dirigió a la clínica con la esperanza de encontrar a esa chica. No estaba en la sala de espera. A media mañana ella llegó y se acercó al escritorio para que le informaran si habían encontrado a su padre. No había ninguna novedad.

Iba bajando las escaleras de la clínica cuando escuchó que alguien corría detrás suyo y de pronto la tomaba del brazo.

_ Perdón, quiero hablar con vos. Disculpame porque ayer no presté atención a tu historia; yo estaba muy alterado. ¿Podemos tomar un café y hablar?

Ella lo miró y vio en esos enormes ojos color miel, el dolor y la incertidumbre que tenía y aceptó ese café.

_ ¿Cuándo enterraste a tu padre?

_ Hace dos días y ayer me llamaron para decirme que estaba estable.

_ A mí me llamaron ayer para decirme que mi padre había fallecido, pero como pedí verlo, descubrí que no estaba.

_ A mí me dieron el cajón cerrado y yo con el dolor que sentía no reclamé verlo, porque me dijeron que no se podía.

_ Necesito que me hagas un favor, ¿podrías entrar a esa habitación y ver si tu padre está allí?

_ No sé, me da un poco de miedo.

_ Yo entro con vos y te acompaño.

Ambos regresaron a la clínica y exigieron al encargado que los dejase entrar. Se pusieron los trajes y las máscaras y empezaron a recorrer esa habitación mortuoria. Cuando llegaron a la cama 32, María dio un grito de espanto y dolor: “ Mi padre, es mi padre”. Federico la saca del lugar sosteniéndola de los hombros.

Llora desconsoladamente y Federico la lleva abrazada al bar para que se pudiera recuperar.

_ ¿Vos pensás que la persona que yo enterré es tu padre?

_ No sé, puede ser, pero a mí me dijeron que mi padre había muerto ayer.

Más calmados, vuelven a la clínica y piden hablar con el director. Le cuentan sus historias. Les promete investigar lo sucedido.

A la semana le entregan el cuerpo de Antonio González, quien es enterrado nuevamente. Federico, su amigo, su madre y su hermana acompañan a la familia de María. Ambas familias decidieron no trasladar el cadáver de Daniel Martínez y dejarlo en el lugar donde estaba enterrado.

El informe que les dieron era que habían cometido un error cambiando los nombres de sus padres y les pedían disculpas por tanto dolor.

 

 Han pasado dos años de lo sucedido, atrás ha quedado la pesadumbre de todo lo vivido.  Hoy en esta pequeña capilla, Federico y María se casarán en unos minutos. Será una ceremonia íntima, con pocos invitados.

María camina lentamente hacia el altar tomada del brazo de su tío, mientras Federico y su madre la esperan ahí.

Por su mente pasan las imágenes de cómo se conocieron, de todo lo ocurrido; pero su alma aunque dolorida, está llena de amor; sabe que una nueva vida la espera junto a Federico y es feliz porque siente que ha encontrado una nueva familia.

Quizás era el destino que se encontraran y se enamoraran. El dolor terminó uniéndolos.