La sociedad en el mundo ha cambiado sus valores. En un pasado no tan remoto se privilegiaban la duración, la autenticidad, la profundidad, la continuidad, la búsqueda del sentido de la vida, la verdad absoluta y la lógica.
Hoy triunfan lo superficial, lo efímero, la espectacularidad, el éxito como una única medida del valor del ser humano, que corre velozmente tras experiencias diversas. Se privilegia la facilidad y la negación de la inteligencia.
Vivimos en una época en la que la brevedad, la superficialidad, la rapidez y la simpleza son los valores absolutos.
Somos una sociedad de ficción, en la que casi nada escapa a su movimiento de devaluación de lo real, una sociedad líquida, gaseosa, virtual. Nos gobierna una cultura de la ligereza; la cultura de los medios, el universo del consumo, donde todo es hedonista y lúdico.
A través de los objetos, el ocio, la televisión, la publicidad, se defiende un clima de diversión y juventud permanente y de incitación de aprovechar los placeres inmediatos y fáciles.
Se privilegia lo joven, el éxito, el dinero, la belleza; lo antiguo se desprestigia y el pasado parece no tener valor. “Los jóvenes son el futuro de un pueblo, irán adelante porque tienen la fuerza, pero en el otro extremo están los ancianos que son la sabiduría de la vida”- (dijo el Papa Francisco)
La imagen ha ganado mucho terreno a la imaginación y la emoción ha reemplazado a la reflexión. La instantaneidad ha vencido al proceso; el suceso puro a su explicación.
Vivimos en un mundo de instantaneidades, de puro presente, de cosas que pasan, pero no entendemos bien los procesos que hay detrás.
Ante el vertiginoso crecimiento del medio electrónico, Mc Luhan en 1964 advertía que la tecnología ya estaba dentro de nuestros hogares y que estábamos embobados, sordos y ciegos por este medio.
Las tendencias en educación desde hace mucho tiempo, disminuyen la importancia del contenido de la enseñanza. Se dice que el conocimiento concreto no es necesario. Actualmente es fácil reunir información, pero hay una gran diferencia entre estar informado y tener conocimiento (no hay el procesamiento que se debe hacer de esa información). Es un saber ficticio: buscar, copiar y pegar; leyendo los títulos y el texto en forma superficial.
Hace 10 años que me he jubilado como docente y lamentablemente vi como el cambio de la sociedad afectaba la educación y viceversa. Muchos trabajos de investigación y monografías eran una acumulación de datos sin hipótesis, sin análisis, sin reflexión del alumno y mucho menos una opinión propia. Entonces ante la no aprobación, sus argumentos eran: “pero si mi trabajo tiene 100 hojas”; como si esa acumulación de información sin haber sido leída, interpretada, analizada y elaborada, fuese lo importante.
Este es el escenario en el que se educa ahora. Hoy en la enseñanza se valora lo actual, lo rápido, lo superficial, lo inmediato. Se les presta atención a los problemas sociales, pero se descuida la educación.
La tecnología debe estar presente en la escuela, pero no resuelve la crisis educativa.
La escuela además de dar de comer debe dar de leer y debería dar las herramientas necesarias para saber y lo primero es enseñar a leer y a comprender lo que se lee. La lectura es una manera de introducir a los chicos al lento tiempo del aprendizaje humano (el de la imaginación y el de la reflexión).
Educar es responsabilidad de padres y maestros. Educar es no dejar a los niños y a los jóvenes a merced de los grandes monopolios del consumismo, de los medios de comunicación y de los políticos de turno.
La enseñanza debe ser con explicación y también con exigencia. Exigir que el alumno aprenda, sepa, piense; es respetarlo y valorarlo. No exigir es no darle importancia al otro, ni lo que hace, ni lo que sabe, ni lo que piensa.
Hay que volver a confiar en la escuela; volvamos a hacer un pacto con la escuela entre padres y maestros para mejorar la educación. La sociedad debe privilegiar a los docentes y valorizar su tarea educativa.
Es importante que tomemos conciencia que, ante este empobrecimiento cultural, la escuela es el último bastión que nos queda. Y a través de una educación que priorice el conocimiento, los valores, el esfuerzo y la exigencia, podamos tener una sociedad con más cultura donde seamos más humanos.
Hagámoslo pronto, porque mañana quizás sea tarde.