Esta pandemia ha puesto de manifiesto muchas cosas a las cuales no les dábamos importancia o no queríamos ver. Nos ha mostrado lo mejor y lo peor que tenemos como sociedad.
Saca a reflotar antiguos problemas políticos y sociales, donde los que menos tienen son los que más sufren. Evidencia la gran grieta en cuanto a la pobreza y la riqueza en varios países del mundo, especialmente en Argentina.
Ha mostrado las mezquindades de muchos y la solidaridad de otros. El egoísmo de los que piensan que a ellos no les va a pasar nada y no cumplen con las disposiciones que se imparten, frente a la vulnerabilidad de gran parte de la sociedad.
El poder económico de algunos frente a los que nada tienen, se mostró en cuanto a la educación: niños que podían aprender teniendo todo el confort y los medios tecnológicos para hacerlo, frente a otros niños que padecieron esas carencias.
También ha reflejado el compromiso del personal esencial que son los que están ahí para atendernos, socorrernos, abastecernos, cuidarnos y transportarnos.
Hemos descubierto en todo este tiempo quiénes son nuestros verdaderos afectos y a qué darle importancia, dejando de lado lo superfluo y lo frívolo.
Nos hemos reencontrado con lo que nos gusta hacer y que por falta de tiempo no hacíamos y volvimos a valorar las cosas hechas en casa.
Y lo más importante es haber podido encontrar la paciencia y la templanza en nosotros mismos para salir adelante y no desplomarnos.