Con el paso de los años empiezo a ver ese momento como la renovación de una frágil prórroga que me es concedida por un tiempo indeterminado.

No es miedo a morir sino a lo ignorado; a emprender nuevos caminos desconocidos del que nada sé. Un viaje sobre el cual nadie puede informarme, ni mi sexto sentido, ni mis conocimientos ni mi conciencia y para el cual no puedo preparar un itinerario para recorrer.

Reflexionar sobre la muerte es en realidad pensar en la culminación de nuestra vida porque hasta ahí sabemos con certeza lo que ocurrirá y después es solo imaginación, anhelo, creencia y fe.