Los personajes literarios son personas ficticias que creamos a partir del poder y la magia generativa del lenguaje.

Jugando con el lenguaje, los autores crean personas, mundos ficticios y experiencias insólitas.

El novelista mexicano Carlos Fuentes nos dice al referirse a su experiencia de escribir: «Cuando me siento a escribir soy amo del mundo. Durante un breve instante soy Dios. Creo realidad».

Si observamos a los grandes personajes literarios, encontraremos que lo que los hace especiales no son los acontecimientos de su vida literaria, sino la profundidad de sus personas.

Los personajes de la literatura moderna se caracterizan por no ser muy diferentes de todos nosotros y, normalmente, por no tener, tampoco, experiencias extraordinarias.

Uno de los personajes literarios modernos más importantes es Madame Bovary, de Flaubert. En ella encontramos a una persona ordinaria, con un tipo de vida extremadamente común en una pequeña ciudad de Francia. Nada en su vida es diferente de la de los cientos de personas que viven en una ciudad como la de ella.

Lo que la hace tan especial, como lo muestra tan magistralmente Flaubert, es la profundidad del diseño literario de su persona.

A partir de lo que nos cuenta la obra, el personaje de Ema Bovary cobra vida. Empezamos a ver Madame Bovary al conocer otra gente. Ella se convierte en alguien de nuestro círculo social, a quien conocemos casi mejor que a nuestros amigos más cercanos.

Dostoievski es otro genio literario en la construcción de personajes. Difícilmente podemos leer sus novelas sin quedarnos, por el resto de nuestras vidas, con los personajes que nos presenta.

¿Cómo podríamos olvidar al príncipe Mishkin, a Raskolnikov o a cada uno de los hermanos Karamasov?...

 

Rafael Echeverria