Hay abismos insondables que llevamos dentro,

que se internan en lo profundo de la conciencia

y caemos en las sombras de lo desconocido,

aflorando a través de la memoria y el ensueño,

el pasado, el presente y el futuro.

 

Y ante el caos indefinido

nuestros corazones palpitan intensamente

y sentimos los latidos que estallan en el pecho;

entonces recogemos nuestros pedazos

y nos reconstruimos más fuertes.

 

Sabemos que muchas cosas no pueden ser definidas

y que no encontraremos los límites del alma.

Regresamos al origen una y otra vez

hasta formar círculos infinitos

para descubrir lo esencial de toda vida.

 

Aprendemos a avanzar por difíciles caminos,

a abrir y a cerrar puertas innumerables veces,

buscando la luz que nos reverdece;

a contemplar que en el árbol sin hojas

hay belleza en la desnudez de sus ramas.

  

Volvemos a creer en un mañana infinito,

el optimismo nos moviliza la valentía y la esperanza

de florecer en terrenos inhóspitos,

porque somos aventureros de quimeras

e inventores de sueños, deseos, recuerdos y nostalgias.