El cielo se tiñe de un azul índigo

y baña mi alma con su misterio;

nadie me discuta el color del cielo.

Mi propio cielo interno es añil

y refleja cómo me siento hoy.

 

El azul nace de mis sombras

y de los sonidos oscuros

en la profundidad de mi alma.

Es la lejanía entre lo visible y lo invisible,

que marca mis tonos anímicos azulados.

 

El azul plomizo a veces me vuelve compacta,

pesada carga que arrastro a cuestas.

Hay cicatrices de heridas profundas,

en mi alma cansada y en penumbras,

que me sumergen en una melancolía infinita.

 

No quiero que nadie me hable,

que nadie me manipule.

Mi voz es libre y mi alma también;

no quiero mentiras ni falsas verdades,

quiero ser fiel a mi ser.

 

A veces me despierto

y tengo la certeza de que no existo,

de que soy un sueño;

entonces siento la sangre en mis venas

y la refulgencia azulina de la vida.