El duelo está por comenzar,
en el aire se respira a superclásico
y ese no sé qué tan particular
hacen de la tarde algo mágico.
Las banderas se despliegan en la hinchada
y el color de la efervescencia
vibra y se desborda en el estadio
con canciones de alta frecuencia.
Para ganar hay que atacar
ambos equipos lo saben;
con gestos e indicaciones del técnico,
el triunfo se intenta asegurar.
Abren el campo, presionan arriba
y un derechazo punzante en la cancha
causó en los hinchas, pavor y agonía
porque la pelota se perdía.
Flaquezas de una defensa inactiva
muchas infracciones cometían;
y ante la disputa, amarilla fue la sanción
y ante el descontrol, roja de expulsión.
Con avances y retrocesos
el tiempo reglamentario transcurría;
definir el partido ambos equipos querían
pero solo escasos minutos tenían.
Buscando por la izquierda
apareció ese hueco mágico
y en una osada jugada individual
la pelota venció a su rival.
El grito de gol estalló en el estadio,
papelitos multicolores surcaron el cielo,
puños en alto festejaron la victoria
y en esta tarde, un equipo se llenó de gloria.