Viejas amigas olvidadas,

fieles compañeras de insomnios

y de momentos de inspiración poética.

Son el origen de la humanidad,

amantes de narcisistas palabreros,

ansiadas por escritores y periodistas.

 

Su ausencia provoca biografías fracturadas,

novelas inconclusas y poesías sin escribir.

Son ceniza en el viento de la cultura visual,

silencioso dolor de vocales inexistentes

y derrotero de consonantes por doquier.

Verbos en duelo, sustantivos heridos

y adjetivos invisibles en la dialéctica icónica.

 

Ustedes están intactas

en lo recóndito de mi interior,

en mi conciencia.

Sin poder salir de allí,

sin poder exteriorizarse

en sonidos o grafismos.

 

Dejen de ser pensamiento

e ideas silenciosas,

materialícense.

No importa que haya paredes

en los oídos de los demás.

Concrétense, alguien las escuchará.

 

Hoy vuelvo a frecuentarlas;

impregnen estas páginas en blanco

de ideas y sentimientos

y creen hermosas poesías e intrigantes historias

o simplemente endulcen los oídos de los amantes.

Porque son volátiles y sutiles,

efímeras y duraderas;

son mariposas y son cadenas;

son vida y son muerte;

son magia y son alma.