Quiero un país con códigos,

donde no se olviden los valores esenciales,

donde se respete la Constitución,

donde las leyes se cumplan

y donde la justicia sea imparcial.

 

Quiero un país con orden

donde los que gobiernan

no olviden los derechos, los deberes

y las garantías del pueblo;

donde la gente respete y cumpla con las normas.

 

Quiero un país donde pueda caminar libremente

a cualquier hora y por cualquier lugar,

sin que mi integridad corra peligro,

sin que me roben en cualquier esquina

o me maten por no tener nada.

 

Quiero un país con trabajo

donde el esfuerzo tenga su recompensa

y el mérito sea considerado;

donde no haya hambre y no se tengan que distribuir

bolsones o cajas de comida ni tarjetas alimentarias.

 

Quiero un país con educación

donde los docentes dejen el alma,

su labor sea valorada;

y donde la escuela no sea sólo

un lugar de contención social.

 

Quiero un país con profesionales idóneos

que desempeñen con ética su profesión;

donde no exista el “curro” ni los títulos “truchos”;

donde las universidades procuren la excelencia

y donde no teman a la exigencia.

 

Quiero un país donde el corrupto sea condenado

y el honesto sea destacado;

donde no dé lo mismo: robar que no robar,

matar que no matar, saber que no saber,

cumplir que no cumplir, trabajar que no trabajar.

 

Quiero un país con equidad

donde los niños sean estimulados,

donde los jóvenes tengan todas las oportunidades,

donde los adultos vean sus proyectos concretados

y donde los ancianos sean respetados.

 

Quiero un país con memoria

que no olvide su pasado y proyecte su futuro;

que conserve sus costumbres, edificios y monumentos;

donde la gente no destruya lo que es de todos

y donde se siga diciendo: permiso, por favor, disculpe.

 

Quiero creer en la utopía

de que las generaciones venideras

lo podrán realizar;

quiero creer que algún día

ese país utópico será ARGENTINA.