Durante años,

día a día, horas tras horas

enseñando, aprendí.

En las clases que se preparan,

que se dan y que a veces se improvisan

y en esos encuentros impredecibles,

me hice “yo, con “los otros”, los alumnos.

 

Sé qué enseñar, por qué y para qué,

pero ante una escuela caduca, obsoleta;

nuevos paradigmas abren un futuro diferente

y mi enciclopedismo tambalea frente a la tecnología.

 

Comencé la docencia

en los años de dictadura

y con el mandato de que de mí

dependía el futuro de la Nación Argentina

y aprendí a no saber.

Con el paso del tiempo descubrí

que la educación es un intercambio,

y en esa empatía, el futuro no es tan incierto.

 

¡Qué humorada! Pretender que sea un apóstol de la docencia

cuando simplemente soy una aprendiz de la vida.