Guardas el silencio

de la travesía de la Historia,

encierras inexorables testimonios,

múltiples bienvenidas

y sentidas despedidas.

 

Empezaste como todas

cuando recién se abrieron,

embarrada y quieta.

Fuiste la “del Empedrado”

y también “la del Correo”.

 

Cambiaste de nombre muchas veces

antes de ser la esplendorosa Florida.

Fuiste escenario público

de convergencia cultural y social

y testigo de manifestaciones políticas.

 

Un día te afrancesaste

y representaste a un país progresista

con elegancia y prestigio,

con desparpajo egocéntrico

y con tus anhelos excéntricos. 

 

Fuiste trágica y cómica,

cínica y frívola;

una melange europeizante

invadida por mansiones y “petits hôtels”

cambiaron tu aspecto.

 

Fuiste la calle de políticos y periodistas,

de banqueros y pensadores;

de bohemios y escritores.

Forjadora de proyectos

y de ideas renovadoras.

 

En el centenario con hidalguía

fuiste una calle mimada y madura,

brillante y esplendorosa.

Perdiste el paisaje nostálgico

y sufriste el riesgo de la modernidad.

 

En el Bicentenario te teñiste de celeste y blanca

soportaste el devenir de los cambios

con esperanzas fallidas;

y con cierto aire de tristeza

fuiste dejando atrás tu esplendor y grandeza.

 

Después del progreso y la gloria

sufriste crisis financieras

y cambiaste de estilo;

con manteros, protestas y corralito

mostraste un paisaje inaudito.