Hoy es uno de esos días
en que uno desearía
embarcarse en una larga travesía
para apaciguar el alma mía.
Partir sin rumbo fijo y sin porfía
y ver el amanecer de un nuevo día;
anclar en algún puerto de fantasía
al que nadie haya descubierto todavía.
Llegar a los confines remotos de la bahía
siguiendo esa tenue melodía,
sentir en mi cuerpo la sinfonía
del agua que me desafía.
Dejarme embriagar por esa brujería
hasta convertirla en una alegoría;
ser viajera del tiempo sin falsía
y vivir ese vital deliquio que me extasía.