Estamos perdiendo nuestros rostros,

esa parte de nosotros tan valiosa y única,

esa cara que nos identifica

y que hace que uno sea uno y no otro.

 

Usamos máscaras diversas

para ocultar las fisuras que llevamos dentro.

A veces las elegimos cruentas

y otras, no tan violentas.

 

Ya no sabemos quién es quién,

si somos héroes o payasos.

Las máscaras son una doble piel,

con sabor amargo o a miel.

 

Somos autómatas sin rostros

que hemos perdido nuestra identidad,

y cuando nos saquemos la careta

seremos personajes de historieta.